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Cómo Trump puede contrarrestar los próximos juegos de engaño de Putin

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El régimen de Vladimir Putin está preparando una nueva bolsa de trucos diplomáticos para la segunda administración Trump, mientras el Kremlin intenta atraer al equipo entrante de seguridad nacional de Trump para que ayude a Rusia con el falso pretexto de poner a “Estados Unidos primero”.

Si bien Donald Trump evitó en gran medida las estratagemas de Putin durante su mandato inicial, Trump 2.0 debe cerrarles la puerta.

Los espías rusos llaman “control reflexivo” a la técnica de Putin para manipular a los líderes extranjeros.

Éste es el lenguaje de la KGB para referirse a un método muy perfeccionado para engañar a individuos o grupos de elites poderosas, haciéndoles creer que no sirven a los intereses de Moscú sino a los suyos propios.

Como espía de toda la vida, Putin ha dominado esta forma de engaño y la ha utilizado contra varios presidentes estadounidenses anteriores.

Lo empleó con George W. Bush, engañando al presidente haciéndole creer que Rusia era el socio de Estados Unidos en la Guerra contra el Terrorismo. Bush pasó años ofreciendo incentivos y concesiones, sólo para que Putin exigiera más sin corresponder.

Bush estaba convencido de que Putin era digno de confianza y dijo que “pudo sentir su alma”. Sin embargo, en una revelación final de sus verdaderas intenciones, Putin invadió Georgia en los últimos meses del mandato de Bush en 2008.

El dictador ruso intensificó su juego de engaño con Barack Obama, acogiendo con agrado la “carta secreta” de Obama y su propuesta de “reinicio” en las relaciones. Creyendo que Europa era una región tranquila, Obama decidió retirar de Europa dos brigadas del ejército estadounidense y todo el blindaje pesado estadounidense.

Putin aprovechó esta demostración de debilidad, anexando Crimea y lanzando su guerra contra Ucrania en 2014.

El primer mandato de Trump estuvo demasiado centrado en reparar los reveses de los años de Obama y Bush como para repetir los errores de sus predecesores.

Trump devolvió el blindaje pesado y las tropas de Estados Unidos a Europa, impuso nuevas sanciones a Rusia por invadir Ucrania e hizo un gran esfuerzo para detener la militarización de la energía por parte de Putin bloqueando su oleoducto Nord Stream 2 hacia Alemania.

¿Qué podríamos esperar entonces en los próximos meses?

Según las señales recientes del Kremlin, es probable que Putin lance al menos tres trampas contra la administración entrante.

Primero, el miedo a China. En noviembre, Putin declaró a China aliado y pidió esfuerzos conjuntos para contrarrestar las estrategias de contención de Estados Unidos. Beijing y Moscú han fortalecido enormemente su asociación en los últimos años, unidos contra Estados Unidos.

Es probable que Putin aproveche el enfoque de Trump en contrarrestar a China para impulsar la cooperación y las concesiones estadounidenses, sugiriendo que tales acciones impedirán que Rusia se alinee más estrechamente con Beijing.

Trump debe resistir esta estratagema. Rusia ya está colaborando activamente con China para desmantelar el liderazgo estadounidense en favor de un orden multipolar a través de los BRICS, una alianza económica de naciones en desarrollo encabezada por China y Rusia.

El presidente electo recientemente exigió que los países BRICS abandonen sus planes de crear una moneda alternativa para socavar el dólar, y ha amenazado con imponerles aranceles del 100% si proceden: una respuesta decisiva y necesaria.

En segundo lugar, el ruido de sables nucleares. La táctica más eficaz de Putin ha sido utilizar el chantaje nuclear para avivar los temores occidentales de una escalada.

Más recientemente, ha explotado esos temores para manipular a la administración Biden para que adopte medidas de autodisuasión, limitando repetidamente el apoyo militar a Ucrania y restringiendo su uso de armamento de largo alcance.

Trump no debería caer en la trampa. El dictador no tiene intención de provocar una conflagración nuclear.

Finalmente, si bien el Kremlin ha posicionado durante mucho tiempo a Rusia como defensora de los valores “tradicionales” frente al Occidente liberal, esto es una artimaña cínica. Rusia tiene altas tasas de aborto y un número vertiginoso de divorcios, y el FSB supuestamente ha permeado a la Iglesia Ortodoxa Rusa, colocando a los espías de Putin en el confesionario.

Algunos en la órbita anterior de Trump cayeron en el anzuelo de Moscú. El ex asesor de seguridad nacional Michael Flynn elogió una vez la retórica de Putin sobre la familia y Dios, quejándose de que Occidente está socavando esos valores.

Es probable que Putin busque explotar las divisiones culturales estadounidenses alimentando debates rencorosos sobre la familia y la moralidad.

En lugar de caer en las trampas de Putin, Trump 2.0 debería seguir la doctrina de “paz a través de la fuerza”, particularmente flexionando el elemento de “fuerza” económica.

Debería aprovechar rápidamente el poder económico de Estados Unidos y poner fin a las fallidas lagunas jurídicas y exenciones de la administración Biden-Harris sobre las sanciones energéticas del Kremlin.

Trump necesitará establecer una mayor influencia geopolítica sobre Rusia, como no lograron la Casa Blanca de Obama y sus aliados europeos cuando intentaron negociar la paz con Putin después de su invasión de Ucrania en 2014.

Un aumento inicial del equipamiento militar estadounidense para Ucrania le mostrará a Putin que Trump habla en serio.

Al armar a Hezbollah en Medio Oriente, fortalecer a Corea del Norte con tecnología avanzada de defensa aérea, derribar gobiernos en África y desafiar a Estados Unidos a través de su “Eje de Resistencia” con Irán, Putin ha hecho del mundo un lugar más peligroso para que Trump 2.0 lo limpie.

Trump y sus aliados deben aceptar que la Rusia de Putin no es un amigo, sino un enemigo peligroso, que desplegará engaños en todo momento.

Peter Doran es miembro principal adjunto de la Fundación para la Defensa de las Democracias, donde Ivana Stradner es investigadora.