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Sin fronteras en la última frontera

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Contemplar el cielo nocturno es una de las experiencias humanas más esenciales. Pero cuando consideramos el estado de la industria espacial moderna, surge una sensación de ironía. El cielo es vasto y representa posibilidades ilimitadas. Nuestro enfoque para explorarlo ha sido frustrantemente limitado. Durante décadas, hemos permitido que barreras mantuvieran la industria espacial y sus oportunidades cerradas a todos excepto a unos pocos elegidos.

Esta exclusividad no sólo es injusta; está obstaculizando activamente nuestro progreso como industria, como comunidad científica y, en el sentido más amplio, como especie.

Consideremos esto: desde que la industria espacial comenzó en serio a mediados del siglo XX, casi el 80% de los astronautas provienen de sólo tres países: Rusia, China y Estados Unidos. Estas mismas naciones controlan más del 80% de los activos en el espacio. Esta desigualdad se extiende a las líneas raciales y de género. En 2021, las mujeres constituían sólo el 20% de la industria espacial y, ese mismo año, sólo el 30% de los empleados de la NASA no eran blancos.

No es ningún secreto cómo llegamos aquí: desde el primer lanzamiento del Sputnik, los cielos han sido un dominio crítico para los intereses de seguridad nacional. Los objetivos militares y las maniobras nacionales siempre han impulsado el crecimiento de la industria. Las desigualdades sociales y las dinámicas de poder que afectan a la academia, la política y los negocios aumentan en un campo que se encuentra en la encrucijada entre los tres. Este status quo no sólo es decepcionante; es peligroso. Al limitar la participación, nos estamos perdiendo una gran cantidad de perspectivas diversas e ideas innovadoras.

Para comprender y aprovechar el potencial de la próxima frontera, debemos ir más allá del puñado de agencias espaciales controladas por el Estado y empresas financiadas por multimillonarios que actualmente dirigen la industria. Necesitamos crear vías de participación que no dependan de la nacionalidad, el origen socioeconómico o la disciplina académica.

No se trata sólo de justicia; se trata de maximizar el potencial colectivo. Imagínese los avances que podrían lograrse si aprovecháramos todo el espectro del ingenio y la creatividad humanos. Al democratizar el acceso al espacio, podríamos acelerar el progreso científico y acercarnos a desbloquear los vastos recursos del sistema solar en beneficio de toda la humanidad.

Pero, ¿cómo hacemos realidad esta visión? Comienza desde cero, construyendo canales educativos en regiones que históricamente han carecido de acceso a la exploración e investigación espaciales. Al fomentar la próxima generación de entusiastas del espacio en todo el mundo, podemos construir una comunidad global de innovadores listos para enfrentar los desafíos de la exploración.

A medida que las agencias espaciales emergentes ganan impulso, la colaboración internacional también debe desempeñar un papel clave. La experiencia de las agencias espaciales establecidas se puede combinar con el pensamiento dinámico y el entusiasmo de las emergentes, facilitando una cultura de transferencia de conocimientos y dando a las naciones más pequeñas una participación en nuestro futuro espacial colectivo. Las tecnologías y plataformas espaciales de código abierto pueden llevar aún más lejos esta sensación de progreso colectivo.

Por supuesto, nada de este trabajo es gratuito y es probable que sea necesario cambiar los modelos de financiación. Durante demasiado tiempo, la financiación espacial ha estado ligada a los presupuestos de defensa y a la dinámica del ecosistema de contratos; esto sólo ha contribuido al estado anémico de la industria. Es hora de pensar en grande y buscar alternativas. La tecnología blockchain y las plataformas de financiación colectiva ofrecen posibilidades interesantes para descentralizar la investigación y exploración espacial. Permiten que personas de todo el mundo participen directamente y se beneficien de proyectos espaciales, rompiendo las barreras financieras que durante mucho tiempo han mantenido el espacio como dominio de naciones e individuos ricos.

Los críticos podrían argumentar que la exploración espacial es demasiado compleja y peligrosa para democratizarla. Dirán que sólo las organizaciones grandes y bien financiadas pueden manejar los riesgos y desafíos involucrados. Pero es precisamente debido a estos desafíos que necesitamos ampliar nuestro grupo de solucionadores de problemas. La historia de la innovación está llena de ideas innovadoras provenientes de fuentes inesperadas. ¿Por qué el espacio debería ser diferente?

La verdad es que no podemos darnos el lujo de mantener el status quo. Los desafíos que enfrentamos son demasiado grandes para dejarlos en manos de un pequeño grupo de naciones e individuos. La exploración espacial puede brindarnos una perspectiva única y necesaria sobre los problemas más apremiantes de nuestro tiempo (el cambio climático, la escasez de recursos y la necesidad de energía sostenible) y allanar el camino para soluciones novedosas.

Como miembros de la industria espacial, tenemos la responsabilidad de liderar este cambio. Debemos desafiar las estructuras de poder existentes y abogar por políticas y prácticas más inclusivas. Necesitamos crear programas de tutoría, apoyar la educación STEM en comunidades, países y regiones desatendidos y defender la diversidad en nuestras propias organizaciones.

Es hora de que derribemos las barreras que han mantenido la exploración espacial como un club exclusivo durante demasiado tiempo. Al democratizar el acceso al espacio, podemos desencadenar una nueva era de innovación, descubrimiento y progreso. Las estrellas están llamando; demos a todos la oportunidad de responder.

Sam Hutchison es un empresario aeroespacial. Como presidente de Reaction Engines, Inc. y director de desarrollo corporativo de Reaction Engines Ltd., recaudó más de 100 millones de dólares para desarrollar tecnología de propulsión espacial, inició una colaboración entre Estados Unidos y el Reino Unido sobre acceso al espacio y aviones hipersónicos, y obtuvo una financiación importante, incluido un programa DARPA. contrato y una subvención del gobierno del Reino Unido de 70 millones de dólares para el motor SABRE. En 2022, fundó SERA, una agencia espacial descentralizada que tiene como objetivo construir una comunidad global dedicada a la exploración e investigación espaciales.

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